Dos décadas atrás, cuando la galaxia de Gutemberg lo era todo, cuando los libros y revistas eran nuestra fuente del saber, también era más sencillo definir nuestros intereses, nuestras preferencias y nuestras elecciones en lo que búsqueda de la información se refiere. Somos seres narratológicas y toda línea del saber tenía una respetable duración. De aquello a la discrecionalidad disruptiva actual hay un verdadero abismo y nos hemos convertido como especie en degustadores de cuanto se nos vaya ocurriendo cuando estamos en esa biblioteca babélica y laberíntica que es la información en tiempos de lo virtual. Picoteamos por aquí y por allá y nos podemos sorprender, si es que logramos detenemos heroicamente, muy lejos de los intereses que realmente tenemos. Ya hay quienes, Alfons Cornella, detenerse a pensar en las líneas de interés que tenemos (música provenzal, liderazgo instructivo, masajes reductores, teoría de cuerdas, etc.,). Claro que para ello hay que remitirnos a un auto...